by Pese a no ser un atleta profesional, pese a que no tengo ninguna posibilidad de quedar entre los primeros, … el simple hecho de tomar la salida en una prueba tan mítica como un maratón acojona un poco. Si a esto les sumamos que es la primera vez que me enfrentaba a esta distancia, imagino que es completamente normal que las dudas sobre si será capaz de conseguirlo hayan estado asaltando mi cabeza a lo largo de la última semana.
Aprovechando que no me lee nadie, voy a escribir la crónica de mi debut como maratoniano con más años que kilómetros tiene la prueba.
Con cariño para todos los que pensaron que no sería capaz de conseguirlo, joder, ni yo mismo pensé jamás que sería capaz.
Toca madrugar, la salida es a las 9.00h y hay que desayunar fuerte, me va a hacer falta mucha energía.
Llego con tiempo a Colón, hace bastante frío, peor al menos no llueve. La idea de comprar un poncho de plástico ayer en una tienda de chinos ha sido excelente. Noto como los que tiritan de frío esperando el pistoletazo de salida, me miran con envidia.
La organización es un poco desastre, las colas para dejar la bolsa en el guardarropa son interminables y no hay ningún control en los cajones de salida. Comienza la prueba. En cuatro o cinco horas estará terminado.
En seguida paso al que lleva el globo de 5 horas, lleva chistera y un bigote de Groucho Marx. No quiero volverle a ver hasta el Retiro.
Me tienta colocarme a rueda de alguien, pero soy lobo solitario, me gusta correr solo, no tener que ir al ritmo de nadie. Así que decido ir por libre guiándome de mis sensaciones y dosificando fuerzas.
Llevo un ritmo en el que voy cómodo y me pongo como objetivo correr cada kilómetro por debajo de los 6 minutos. Sé que si voy más rápido, acabaré pagando el esfuerzo.
Es increíble la cantidad de cosas que te da tiempo a pensar durante 42 kilómetros. Adelanto a una chica con una prótesis en la pierna y me veo a mi mismo con 6 o 7 años y unas botas ortopédicas para corregir los pies planos.
Recuerdo mi primera operación de los pies con once años, veinte días de hospitalización en el Hospital Infantil de San Rafael y 45 días con la pierna escayolada.
Al año siguiente con mis doce años, otra operación en el otro pie y otros veinte días de hospitalización con sus 45 días de escayola. Justo el año que se asignaban los motes en el colegio, en los que pasas de pierna enyesada a pata de palo y de ahí a pirata. Suerte, en una clase donde estaba el miserable, el guarro, el ganso, … acabar siendo “el pirata” no está mal.
Hacia el kilómetro 8 alcanzo y sobrepaso a los del globo de 4h.30 minutos. A estos tampoco les voy a permitir que me pillen ya hasta el Retiro, no les pienso dejar.
La mañana está fría y el viento la hace parecer aún más gélida. Me pongo a la par de un tipo que corre sin camiseta con un kilt escocés y una máscara de lucha libre mejicana. Queda simpático pero tiene que estar pasando un frío de narices. Alguna chica le levanta la falda para comprobar si es un verdadero escocés.
Paso los 10 primeros kilómetros muy cómodo, recordando el primer día que salía correr y se me hizo un mundo aguantar 3 minutos seguidos.
El recorrido por el centro de Madrid es agradable, la gente se cierra sobre el paso de los corredores y me recuerdan a las etapas de alta montaña del Tour de Francia.
Hacia el kilómetro 15 decido tomarme el primer gel, aunque me encuentro bien no me quiero confiar. Alguna cosa, he hecho bien en la preparación de la carrera. Desde luego no he caído en el “sobreentrenamiento”. La Media Maratón la paso en 2 horas 2 minutos, a partir de ahora toca restar kilómetros.
A estas alturas todavía adelanto gente mientras recuerdo la época en la que solía ir los sábados a jugar al baloncesto y se formaban los equipos lanzando tiros libres, los primeros en encestar el tiro formaban un equipo. Pues bien, cuando yo encestaba, había que escoger otra manera de formar equipos porque el resto de jugadores lanzaba a fallar a propósito para no terminar en mi equipo. Os aseguro que no me vuelve a pasar, ahora sólo compito contra mi mismo.
La bajada del Parque del Oeste la hago como un tiro, mantengo el tipo por la Avenida de Valladolid y entramos en la Casa de Campo. En ocasiones he oído que si sales entero de aquí, acabas la carrera sin problemas. El recorrido de esta zona me es familiar, han sido cientos de carreras por este parque madrileño. Empiezo a encontrarme cansado, hago un pequeño “pis stop” y el parón me sienta bien. Cae el segundo gel que recojo de una experimentada maratoniana @BrendaMartin que colabora como voluntaria.
La rampa de salida por la Puerta del Angel es dura, pero la avenida de Portugal es cuesta abajo y al final me espera mi familia. Cuando los veo me preguntan si sigo o me planto y a estas alturas me siento capaz de comerme el mundo así que los cito en el Retiro.
Pasando el kilómetro 30, entro en territorio desconocido, nunca he pasado de esta distancia, no sé cómo se va comportar mi cuerpo. Si me voy a chocar con el muro, me va arrear el tío del mazo o me voy a salir.
Saber que por la Virgen del Puerto está mi padre de espectador me da fuerzas por lo menos para pasar dignamente. Mi plan de bajar de 6 minutos por kilómetro se sigue cumpliendo de momento.
Pero queda lo más duro y en la primera rampa por la calle Segovia pierdo fuelle. Tiro del último gel que llevo y aguanto un rato más, pero me olvido de la idea de bajar de 6 minutos con llegar dignamente me doy con un canto en los dientes. El combustible me ha llegado hasta el kilómetro 36.
Desde que le dije a mi madre que me había inscrito en la maratón, no ha cesado de recordarme a mi amigo Carlos S. Castilla que murió de un paro cardiaco (lo que técnicamente se conoce como “jamacuco”) mientras jugaba al baloncesto. con veintidós años.
Los últimos kilómetros pago la mala preparación y la falta de rodaje, ya sólo adelanto a los que van andando y la pendiente desde la glorieta de Embajadores me parece un puerto de montaña de categoría especial.
No hay dolor, no hay dolor, … los cojones. Sí hay dolor. Le pido a un voluntario que me eche réflex, por dónde me pregunta, por todos los lados, me duele todo, le contesto.
Alfonso XIII la subo al trantrán y ya no me recompongo hasta que entro al Retiro. Estos últimos metros hay que correrlos con dignidad para salir guapo en la foto. Ver la meta me da alas y vuelvo a un ritmo decente, al menos para no entrar arrastrándome. No quiero ser el tipo que entra en meta haciendo eses entre ovaciones del público para caer desplomado tras cruzar la linea. Me voy hacia el arco de la izquierda levanto los brazos y termino mi primera maratón en 4 horas y 20 minutos.
Soy consciente de que no he batido ningún record mundial, que el tipo que ha ganado ha tardado justo la mitad que yo en completar el recorrido, pero me siento un campeón… y eso nadie me lo quitará jamás. Me ha costado sacrificio y es que un maratón, no son 42.195 metros… un maratón es toda una temporada de lucha, esfuerzo y constancia…
Mis pies han recibido miles de impactos contra el asfalto. He perdido más de 3000 calorías en una mañana, ahora mi cuerpo está cansado y dolorido y mañana las agujetas serán terribles, pero a la vez reboso energía…
¡Ole tus huevos!
Enhorabuena! Un maratón es la prueba olímpica por excelencia y no todo el mundo es capaz no solo de terminarlo sino de enfrentarse a ello,
Mi admiración !
¡Enhorabuena!
Enhorabuena, Paco! Cuando me lo contó Rafa no me lo podía creer. Me haces plantearme si sería capaz de acabarla. Como acabe embarcado en una, no te lo perdonaré!