Hace tiempo que dejé de ver el canal Tele Cinco porque sus contenidos no me interesaban en absoluto y, la verdad es que vivía feliz desde mi ignorancia, pero un día mientras comía en un bar que tenía puesto este canal en un televisor observé atónito como un personaje repetía sin descanso “HijoPuta, HijoPuta, HijoPuta, …”. Eran las cuatro o las cinco de la tarde y Tele Cinco se pasaba por el forro de las pelotas el horario infantil protegido. Supongo que ese día no era una excepción sino la norma habitual.
Recuerdo que pensé que apelar a la ética no tenía sentido y que la única forma de que alguien corrigiese esa actitud sería atacarles al bolsillo, hacer ver a los anunciantes que hay que cuidar dónde realizas tus campañas porque puedes perder más clientes de los que ganes si tu nombre se asocia a la basura. Incluso escribí algún tweet al respecto.
Algún tiempo después un programa de este canal llegó demasiado lejos y llevó, bajo pago, a su plató a la madre de un delincuente implicado en la violación y asesinato de una niña para que defendiese las bondades de su hijo. Entonces alguien con cierto tirón mediático, Pablo Herreros, comenzó una campaña que promovía darle un toque a los anunciantes para que retirasen su publicidad de este tipo de programas o atenerse a la pérdida de clientes. En palabras del propio Pablo Herreros, “se me ocurrió tocar a las marcas y conmigo se unieron más de 30.000 personas para pedir, en primer lugar, que pidieran perdón por haber respaldado aquella entrevista, sin saberlo, y comprometerse a que nunca más vuelva a suceder algo como lo de La Noria”.
La clave es que por mucha audiencia que algunos programas consigan, si los principales anunciantes se niegan a emitir publicidad, hay canales que van a tener sí o sí un serio problema. Lo que a partir de ahí sucedió ha sido el primer paso para que las marcas se den cuenta de que aparecer relacionadas con programas que pueden herir la sensibilidad del espectador puede ser perjudicial para su imagen, y a partir de ahora, es probable que las cosas cambien. Parece poco probable que esto sea el principio del fin de la telebasura, pero lo que sí es posible es que a partir de ahora este tipo de programas, que algunos califican como denigrantes, puedan empezar a resultar menos rentables.
En fin, en este mes que ha transcurrido desde que se inició el “Caso La Noria” se ha escrito mucho, por lo que no tiene sentido seguir ahondando en el tema. Me voy a limitar a señalar las LECCIONES DE MARKETING que deberían haber aprendido anunciantes y canales de televisión.
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