Aquellos que hayan visitado los post de este blog en más de una ocasión habrán comprobado que uno de los temas recurrentes son las opiniones de restaurantes.
Sobre mi cualificación como crÃtico gastronómico hay dos tendencias, algunos piensan que soy un gruñón quisquilloso y otros piensan que tengo gafe con mi selección de restaurantes, (dejemos de lado a quienes piensan cosas peores).
Para ayudaros a posicionaros si “gafe” o “quisquilloso“, aquà va una lista de cosas que me tocan las narices cuando visito un restaurante y todas ellas me han ocurrido en alguna ocasión.
1.- Que olviden mi reserva.
La cara de tonto que se te queda cuando llegas a un restaurante en el que has reservado y tu nombre no está en la lista, alguien olvidó anotarlo y, por supuesto, el restaurante está lleno y no hay posibilidad de acoplarte. Además el maitre pone en duda que el error haya sido suyo y deja caer que la culpa es tuya que a saber a dónde llamaste, gañán.
Si encima esto te sucede cuando ya estás sentado, tienes la carta en la mano y te piden que te levantes y dejes tu mesa a otros comensales, ya no tiene nombre (hecho verÃdico acontecido en la Gastroteca de Santiago de Madrid, donde va a volver a comer su Prima de Murcia).
2.- Que tomen la comanda y sirvan a mesas que llegaron mucho más tarde que yo.
Ya he comentado en alguna ocasión que en algunos restaurantes tengo la sensación de volverme invisible porque es imposible que el camarero pase a mi lado y no me vea por más que le llame, gesticule, levante la mano, el brazo, la servilleta o haga el pino. Y ahà se queda uno viendo como las mesas de alrededor son atendidas y comienzan a zampar mientras tu te esmeras en llamar la atención del camarero.
3.- Que no haya zona de NO fumadores.
No entiendo como cocineros tan preocupados por perfeccionar el sabor de sus platos y captar los aromas permiten que se eche a perder una experiencia gastronómica por el humo y el olor a nicotina. Y si ya es humo de puros, ni te cuento.
Estoy convencido de que llegará un dÃa donde nos parecerá impensable que hubo un tiempo en que se permitÃa fumar en los restaurantes igual que ahora nos parece inconcebible que en un aula llena de niños pequeños el profesor encienda un cigarrillo tras otro (esto ocurrÃa cuando yo era escolar, palabra).
4.- Que me agobien para servir un segundo turno.
Creo que soy comprensivo y entiendo que es justo que los restaurantes que puedan doblen mesas en los dÃas más ocupados. Pero todo tiene su lÃmite, en ocasiones me han llegado a retirar el plato antes de terminar, se han negado a servirme el postre, ni café. Incluso me han pedido que dejase la mesa para otros comensales a medio postre (ocurrido en Anema e Core de Madrid).
5.- Los camareros modernos fashion con baggy pants deleitando a la clientela con su ropa interior.
Llamadme “carca” si queréis, pero creo que una cosa es informal y otra que un camarero con pelos cortado en siete capas y tres colores en una camiseta de tirantes medio rota y con unos “baggy pants” enseñando los calzoncillos te tome nota y te traiga la comida. Para una coreografÃa junto a Alaska y Fangoria, vale, pero como camarero de sala, no lo veo. Ojo, que no pido camareros de camisa blanca y pajarita, pero hay términos medios.
6.- Pedir una segunda bebida y que tarden tanto en traermela que ya haya acabado de comer cuando llega.
¿No os ha pasado nunca que estáis con el segundo plato y se os acaba la bebida, pedÃs otra y seguÃs comiendo y … no llega, no llega, … se lo recuerdas a otro camarero y vas tragando como puedes y … no llega, no llega … total que acabas como puedes, a palo seco, y justo en ese momento, aparece el camarero con tu cerveza o lo que hayas pedido y te quedas pensando si tomártela o pedirle amablemente que se la lleve a su padre ?
7.- Las raciones minimalistas hasta lÃmites insospechados.
Ha habido ocasiones en las que durante la cena no pude dejar de pensar en una parodia del dúo Gomaespuma para una campaña de banca por internet en la cual un personaje relata el menú de la comunión de su hija: “El menú fue grano de mostaza con reducción de Pedro Ximenez … hambre pasamos un rato, pero todo mu bonito, los platos preciosos, las soperas enormes que parecÃa jacuzzis, …”
Pues esa fue más o menos la sensación con la que me he quedado en algunos restaurantes de más de 50 euros por cabeza. No es que no valore la elaboración y la calidad de las materias primas primando sobre el tamaño, pero todo tiene un lÃmite, entre el entrecot que no cabe en el plato y el “grano de mostaza” hay un término medio. La palma en este concepto para el restaurante Abantal de Sevilla que lo justificó llamándome glotón.
8.- Que tarden un siglo en traerme la cuenta cuando ya he terminado de comer y las vueltas no digamos.
Bien, ya he terminado de comer, pido la cuenta y … (pasa el rato)… camarero, le pedà la cuenta … (cinco minutos más tarde) … acuerdese de mi cuenta cuando pueda …
Finalmente llega la cuenta, pago en efectivo y … ¿nos vamos ?, no espera que falta las vueltas … ¿ya han traÃdo las vueltas? … Pues no … Y ¿sobra mucho? … Pues sà …
9.- Que cobren una fortuna por el concepto “pan y cubierto”.
Hasta cinco euros me han llegado a colar por el concepto de “servicio de pan y cubierto” y en alguna ocasión es que, encima, no me han servido pan!!!!
10.- Que no haya una distancia mÃnima entre mesa y mesa.
Vale que haya que aprovechar el espacio, pero alguna vez me he sentido como si unos desconocidos se hubiesen sentado a mi mesa de lo cerca que estaban otros comensales y otras ocasiones he tenido que sincronizarme con mis compañeros de mesa para que nuestros brazos no chocasen al utilizar el cuchillo.
PodrÃa citar más errores, como los cuchillos que no cortan, que pagues con tarjeta y el camarero desaparezca con tu Visa y tu carnet Dios sabe dónde, … pero dejémoslo en este Top 10 que es un número redondo.
No creo que seas quisquilloso; es que como crÃtico gastronómico, has visitado tantos sitios que es cuestión de probabilidad que te tocaran todas esas cosas, jaja.
Cuando me siento a comer y me traen un plato cuadrado, digo…jodida me van a dejar la cartera y me quedaré con hambre, que no?